Pasa revista al pasado del diseño, a los cambios tecnológicos que marcan el presente e influirán en el futuro.
En un mundo de innegables pretensiones, su franqueza es una brisa fresca. Igual los valores que han normado su trayectoria: la sinceridad, la diligencia, el respeto y la elección de vivir una existencia equilibrada en busca de paz mental a toda costa.
Los mentores de su fragua han sido figuras sobresalientes de la cultura y el arte nativos, y no menos importante ha sido la savia de los viajes en los que ha buscado conocimientos y «trascendencia para nutrir mi universo como artista, como persona».
En esta entrevista a Diario Libre, el diseñador y consejero de reinas se explaya sobre sus logros y planes, y aborda con candor los retos que enfrenta a mitad de su exitosa carrera.
Te diría que desde muy temprano, como a los nueve años. Yo soy nacido y criado en Santiago, de un hogar bastante estructurado, cuidado y bendecido por mis abuelos, por mi mamá y mi papá, que justamente hoy estaría de cumpleaños, y toda la gente valiosa que estuvo a mi alrededor.
Fui el tercer niño que nació en la familia y el primer varón, así que había mucha atención sobre mí, en especial de mi abuela, que era una persona multifacética: sabía coser, cocinar, disertar y describirte cualquier situación. Era una persona muy sagaz.
Hoy en día ella sería una gran mujer, como lo fue en su tiempo, por igual mi mamá, que también venía de un hogar de Puerto Plata con mucha formación, y muy esencial en lo que era el hogar y la familia.
Nosotros tenemos orígenes cubanos por parte paterna y puertorriqueños por la materna, pero somos de Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata.
Mucha gente se pregunta por mi apellido, si es artístico, si fue un nombre inventado, pero es de origen cubano.
A los nueve años, por primera vez, diseñé una comparsa para los amiguitos del vecindario y los primos. En esa época estaban muy de moda en Santiago los clubes sociales, donde se daban ´bailecitos´ que te permitían conocer más niños.
En ese momento el hombre había pisado la Luna y en mi mente yo quería ser astronauta. Así que mi primer disfraz fue muy original: los tres fuimos astronautas y obtuvimos el primer premio.
Eso es lo que yo defino como la base inicial de mi ente creativo porque, a partir de ahí, daba sugerencias a los participantes en el Carnaval, siendo un niño de apenas 12 años.
Yo podía durar horas y horas, al llegar de la escuela, contemplando a mi abuela (y a mi madre) montar la trama de un encaje o coser los vestidos de la familia. Así que a los 13 o 14 años comencé a diseñar y ejecutar yo mismo.
Compraba la manufactura y los materiales y hacía carteras para mis amigas. Las vendía y, además de tener mi dinero, mi creatividad se iba incentivando. Luego siendo muy joven me escogieron como Rey del carnaval en el Gurabito Contry Club en Santiago.
Recuerdo que el baile de coronación fue con Milly Quezada, que estaba embarazada de su primer hijo, y yo representé a Santiago ante todo el país como el Rey Momo del Carnaval.
Muchos sucesos importantes fueron definiendo, de una manera u otra, lo que sería mi vida futura. Fui un estudiante excelente del colegio La Salle (menos en matemáticas).
Contradictoriamente podía sacar un 100 en historia y un 60 o 50 en matemáticas que apenas me alcanzaba para pasar. Eso dañó mi récord, por eso no fui arquitecto.
Yo pensaba que todo lo que uno hace en esta vida, y sigo pensándolo, tiene que hacer lo bien hecho para dejar su impronta. A mí me ha tocado transformar y hacer muchas cosas para que otros, hoy en día, lo disfruten. Y qué bien, porque yo creo que eso es el ciclo de vida.
Terminé el bachillerato en el colegio La Salle de Santo Domingo y ahí se produce la disyuntiva. No podía ser arquitecto, no porque no quería, sino que entendía que no iba a poder con las estructuras, la física, matemáticas y el cálculo.
Uno tiene que ser consciente de sus capacidades, así que apliqué para una beca en la universidad UNAM de México, una licenciatura en diseños audiovisuales, aunque en mi mente también quería ser publicista. Al final lo de México no se pudo dar por un cambio de gobierno y de políticas educacionales.
Así que finalmente opté por entrar en la escuela de Bellas Artes de la UASD, donde tuve la magnífica oportunidad de tener profesores como Pedro Mir, Aida Cartagena Portalatín, Máximo Avilés Blonda, Ada Balcácer, Norberto Santana, Cuquito Peña, Elena Cabrera, Luis José Pimentel… maravillosos maestros de la plástica y de la historia en la República Dominicana.
Me tocó un periodo maravilloso, donde salí graduado de técnico con mención en arte publicitaria y licenciatura plástica. Allí aprendí pintura, dibujo, escultura, historia del arte, y todo lo que tiene que ver con la formación de un artista gráfico.
Todavía no era la época digital, mis conocimientos están desactualizados en estos momentos, pero la práctica salva la teoría.
Lógicamente, hoy en día manejar la técnica digital te permite trasladarte, transportarte y crear e inducirte hacia nuevos universos, que es lo que salva a esta generación que cuenta con todas esas cosas.
Esas facilidades técnicas yo las trabajé fabricando mis propias telas o en un desfile memorable llamado «Como en el cine»…
Hay muchas historias que fueron alimentando el universo de un niño que quería tener su propio universo, y lo que yo he procurado como diseñador en un país donde el desarrollo industrial no va en paralelo con el desarrollo de las carreras.
Para mí es muy importante sentir seguridad del terreno que piso, por eso necesito sentirme rodeado de gente honesta, leal y sincera. Que no sienta envidia por lo ajeno, porque la envidia es uno de los sentimientos más terribles que existe.
Te impide crecer, alcanzar metas y sueños que tienes porque vives pendiente de lo que hacen los demás. La sinceridad para mí no tiene precio y sobre todo la creatividad.
El primer vestido importante, desde el punto de vista familiar, fue el traje de boda de mi hermana, que lo dirigí con mi abuela y mi mamá. Vinimos a la casa Melgen, donde estaban todos los tejidos, y estaba de moda Diana de Gales. Esas eran las referencias que teníamos. Hicimos un vestido muy lindo.
En 1987 entro en un proyecto muy importante que fue definitivo, con mi gran y querida amiga Sandra Cabrera: reina de belleza y modelo de la casa Oscar de la Renta, que había vuelto a vivir a República Dominicana.
Sandra me acogió con afecto y nos unimos a un grupo, junto a un amigo diseñador -que había estudiado conmigo en la universidad- llamado Marcio Peña.
En ese momento, los tres entrenamos a Carmen Rita Pérez Pellerano en un memorable certamen celebrado en Santiago de los Caballeros.
Yo me involucré en su preparación personal y vestuario y conseguimos su triunfo. Fue electa Miss República Dominicana en 1987. A partir de ahí me solicitaban ese servicio, bajo la dirección de Ramón Darío Cruz, quien confió mucho en mí, me permitió trabajar y participar activamente.
De ahí viene mi relación con el mundo de los certámenes de belleza. Un mundo que ha sido bastante accidentado, pero que ha tenido una trayectoria más positiva que negativa. Dentro del devenir de lo que es el progreso histórico en la parte cultural porque eso no deja de ser un elemento cultural.
Vamos a decir que es otra visión. Pienso que puede ser una competencia desleal: es muy difícil para una muchacha de 19 o 20 años competir con un hombre que toma hormonas y ha seguido tratamientos. La mujer tiene otra estructura básica, que viene con ella de su nacimiento.
Podemos tener muy adelantada la mente, pero no tenemos necesariamente que compartir ciertas cosas.
Esos certámenes internacionales son franquicias y tienen sus propias leyes porque son elementos comerciales, así que simplemente te adaptas, pero eso no quiere decir necesariamente que lo compartas porque las diferencias son bien difíciles.
Ya lo vivimos recientemente con una participante que tenía 40 y pico años y le llevaba la milla a las demás, pero físicamente la frescura no es la misma, los compromisos de una madre de familia no son los de una mujer soltera…
Desde ese punto de vista va a ser muy difícil que una de esas mujeres se pueda coronar como reina del universo, que es el único certamen que lo permite. Los demás no.
He tenido la suerte de contar con mucha gente muy valiosa en mi vida, inclusive tengo amigos que todavía influyen mucho en mí, como el gran pintor Aurelio Grisanti, gente que en mis inicios me orientaba, me daba mucho apoyo y todavía sigue siendo un punto de referencia para mí.
La maestra Ada Balcácer no solamente fue mi gran amiga sino mi profesora. Cuando la conocí, decía frases definitivas que te hacían sentir que estabas frente a una presencia contundente, de gran personalidad.
Tuve la oportunidad de poderla homenajear en el 2019, con un desfile inspirado en su trayectoria, llamado «Adagio«, para rendir homenaje al afecto y talento de una gran dama de la pintura con un lenguaje muy original y una esencia muy particular.
He tenido grandes amigos, muchísima gente que ya no está, pero no quisiera que las emociones me traicionen… He tenido el privilegio de poder llevarme de sus consejos y de poder guiarme.
Para mí es muy importante destacar el apoyo trascendental en mi carrera de Rosa Hernández de Grullón, Amalia Rodríguez de Fernández, ¡¡¡Cecilia García!!!
Todas han influido en mi desarrollo personal y profesional. Por ejemplo, fue a través de una invitación de nuestra embajadora en Francia y cónsul de Mónaco, madame Rosa Hernández de Grullón, haber llegado hasta el principado de Mónaco (2022), a un evento filantrópico, donde las Amigas Monegascas Internacionales (AMIC) escogieron mi traje «La reina de los mares», pieza creada y premiada en Miss Universo, hace 20 años.
Recibí, no solo el reconocimiento de los asistentes y de la embajadora, mi gran amiga y protectora, sino también la felicitación en vivo del Príncipe Alberto, hijo de la persona que más he admirado: Grace de Mónaco.
No puedo olvidar mi trabajo con la organización de Miss República Dominicana Universo y su directora, Magaly Febles, el cual también es muy importante para mí.
¿Estás satisfecho con tu proyección?
Sí, claro que sí, sobre todo por haberlo hecho solo sin el mecenazgo necesario que se requiere para eso, gracias a los certámenes de belleza.
Y es que puedo decir que soy el único caribeño que tiene dos trofeos de Miss Universo: un segundo lugar en Puerto Rico en 2002 y un primer lugar en Panamá en 2003, y varias menciones de honor.
Cuando uno ha tenido una carrera que se ha ido formando sola se tienen pocas aspiraciones porque llegas al techo, al tope. No podemos obviar que hay una nueva generación que lucha por su espacio y las oportunidades son menores para uno.
La manera en que se compite hoy en día es muy difícil para mí. Cuando yo inicié manejaba todas las figuras de la televisión, que pagaban por mi trabajo. Hoy día hay empresas que te dan todo gratis, no tienes que pagar absolutamente nada.
Entonces no es una competencia leal, es una competencia donde el dinero está por encima de los intereses, pero los resultados son importantes porque en definitiva es lo que marca. No es el hecho emocional de que una figura no me pueda querer.
Sí me quieren, pero si salgo costoso no me van a utilizar. Así que vas estableciendo cuál es tu centro de acción.
Yo hice los Premios Soberano cantidad de veces -desde que se llamaban Casandra- pero ya no creo que tenga la estructura ni la fuerza, y no porque sea viejo, porque yo me considero demasiado joven para terminar y demasiado viejo para comenzar.
Estoy en el límite del borde, lo pienso mucho antes de meterme a competir con un muchacho de 23. Sería experiencia y madurez contra innovación y tecnología.
La edad te va indicando cuál es tu escenario. En la pandemia, al morir Jenny Polanco, un referente para todos nosotros, me puse a pensar, era un momento incierto. Era bien difícil todo.
Es cuando decido cerrar mi empresa de 27 años de servicio público y buscar un nuevo giro porque llevábamos nueve meses encerrados sin producir, sin hacer absolutamente nada y sin la posibilidad de que se abriesen nuevos horizontes.
Y decido reestructurarme: hacer menos cosas, pero ser más efectivo en todo lo que hago. Ya no quedan casi artistas importantes que trabajen con uno, yo que trabajé con todo y todos.
Ahora solo trabajo con Cecilia (García), quien me busca y solicita mis servicios. Yo trabajé con todas las divas de televisión, pero hoy día solamente me reúno con ellas en plan de amigos porque ya no soy el diseñador de cabecera como lo era antes, los tiempos cambiaron.
Hay herramientas nuevas con las que se trabaja la moda. Y no quiero decir que yo esté muerto ni me sienta desfasado o haya pasado de moda, yo trato de ir con los tiempos y esa ha sido siempre mi visión.
Tener planes hoy en día es un poco complicado porque los agentes interventores de la moda han cambiado mucho. Hoy en día son los estilistas los que determinan lo que se va a poner la figura y la figura confía plenamente en ellos, pero quien suple el trabajo del estilista es el diseñador.
El estilista es una herramienta que puede ser muy útil para la figura, pero también te anula si así lo decide. Esa lucha titánica entre ´eso lo hice yo o está estilizada por fulano de tal´, no lo quiero en mi vida. No quiero bregar con eso.
Acepto los cambios si son positivos y convenientes para todos. No quiero bregar con agentes interventores porque yo he basado mi carrera en lo que soy, en lo que es mi esencia, en lo que produzco y en lo que todavía puedo ejecutar y hacer.
Lo acabo de vivir al crear la ropa de la nueva Miss República Dominicana Celinee Santos, en conjunto con Alfredo Barraza, de Colombia. Unimos fuerzas y el resultado fue positivo.
Yo creo mucho en las oportunidades y en los caminos que abres. En el 2007 viví una situación parecida a la de ahora: ¿qué me ofrece el mercado?
Y llegó una propuesta del grupo CCN para trabajar la primera democratización de la moda dominicana con una línea comercial de bajo costo y acceso fácil para todas las masas.
Deja una respuesta