El vestido en cuestión fue vendido tres años más tarde por la casa de subastas Kerry Taylor Auctions, que lo bautizó como lo había hecho la prensa británica. Pero tras aquella aparición, que tiene su página de Wikipedia, los “revenge dresses” se sucedieron uno tras otro. A veces, ni siquiera son vestidos, pero todos son negros y siempre efectivos: desde Rosalía en los Latin Grammy de 2023 con un total look de Balenciaga hasta Bella Hadid con un bodi de encaje firmado por Alexander Wang en la Met Gala de 2017, después de su ruptura con The Weeknd.
Ahora, le ha tocado el turno a Ferragni, que quiso compartir con sus seguidores de Instagram —que aún siguen siendo muchos, más de 29 millones— una foto en la que posaba con un diseño ajustado, de cuello cisne y largo ‘maxi’, y con una gran abertura lateral.
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Los miles de comentarios sobre la imagen resumían la siguiente advertencia: “Mira lo que te pierdes, Fedez”. Un sentimiento que sintetizaba, una vez más, esa idea de que la venganza es un plato que se sirve frío y que dejaba entrever otras consideraciones más preocupantes, pues parecería que nuestro valor solo se da cuando somos o parecemos bellas a ojos de los demás. Una idea que refuerza el estereotipo de que, cuanto más nos acerquemos al canon estético que impera, más valiosas seremos. Como si la belleza y el atractivo de una persona, lo que nos hace enamorarnos o desenamorarnos, tuviese que ver con tener unas piernas más o menos largas.
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