Bad Bunny desata melancolía y energía en su concierto ‘Most Wanted’ en Nueva York

Bad Bunny

Bad Bunny llevó este viernes a Nueva York su gira de trap “Most Wanted” (El más perseguido), un concierto en el que encarnó al “cowboy” solitario que define su nueva era musical, dijo sentirse triste y solo pareció sobreponerse a base de reguetón.

El cantante puertorriqueño de 30 años actuó en la segunda de tres citas en el Barclays Center, un estadio en el que se mostró serio y taciturno, dando lugar a un espectáculo muy diferente al de la mega fiesta veraniega que montó en 2022, su año cúspide, en el Yankee Stadium.

Una orquesta de música clásica dio un curioso pistoletazo de salida a dos horas y media de recital urbano, en el que el «conejo malo» interpretó casi al completo su último disco «Nadie sabe lo que va a pasar mañana», aunque los potentes altavoces y bajos ahogaron parte de sus letras canallas.

Vestido con un conjunto marrón con flecos, bolso de piel a juego y un velo negro con brillantes sobre su cabeza y hombros, comenzó cantando «Nadie Sabe» y después se detuvo en silencio a mirar al público varios minutos con gesto inescrutable, expirando pesadamente y bebiendo sorbos de agua.

Ese momento de pausa lo repitió varias veces a lo largo de la noche, entre temas como «Hibiki», «Mónaco» o «Baticano», en el que los bailarines cambiaron la ropa sexy y los movimientos de «twerking» por capas largas y máscaras de calavera, rodeándolo en una danza diabólica.

Quizás en alusión al famoso incidente en el que lanzó al agua el celular de una fan, por el que fue muy criticado, el cantante reflexionó sobre su etiqueta de «malo» y el qué dirán, asegurando que actúa de buena manera, sigue su corazón y solo se preocupa por lo que piense de él su gente.

La voz grave de Benito -su nombre de pila- resonó en una puesta en escena espectacular: dos escenarios y un puente suspendido en el aire; lanzamiento de cohetes, llamaradas y láseres, y un público portador de colgantes luminosos entregados gratuitamente, que dibujaban olas de color.

No obstante, el entorno no parecía animar al artista, que dio pruebas de su melancolía al dedicar su agradecimiento «a los que están desde el día uno» y finalmente se sinceró: «Soy un ser humano cualquiera, tengo días tristes y días que no sé cómo me siento», dijo.

Pidió entonces «ayuda» al público y se abalanzó con actitud juguetona sobre un piano de cola para cantar sin más acompañamiento «Por100to», que le llevó a las lágrimas, y un tema sobre desamor antiguo que se salió del guion de las fechas previas, «Amorfoda», que los fans corearon.

«No quiero estar triste en Nueva York«, sentenció, pasando a un último tramo mucho más animado y sonriendo por primera vez mientras el estadio enloquecía con un popurrí de de reguetón que incluyó «Dákiti», «Safaera» «Yo perreo sola» o «Efecto», banda sonora de buenos momentos.

Los fans, jóvenes, latinos y fieles a la nueva estética «western» de Benito, parecieron más entregados y cómodos gritando lemas como «tú no eres bebecita, tú eres bebesota» o «no te hagas la santa, el perreo te encanta», legado del reguetonero, que con sus obscenidades en clave trap.

Tras ese final apoteósico, Bad Bunny se fue a medianoche, dejando con ganas de más a unos cuantos que siguieron cantando a las puertas del Barclays y quizás vuelvan mañana, si se lo pueden permitir: hace unos días, las entradas partían de unos 300 dólares. EFE 

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