BBC Mundo – Todos hemos escuchado a gente que dice que «correr te produce euforia» o que «es adictivo», pero a muchos nos resulta difícil amar el ejercicio. Algunos dirán incluso que lo odian, que es una pesadilla, o que solo pensar en ir al gimnasio les produce ansiedad.
¿Por qué algunos de nosotros odiamos el ejercicio? Y, ¿Cómo superar eso para cosechar los beneficios de poner el cuerpo en movimiento?
A lo largo de casi toda la historia humana, hubo escasez de comida y la actividad no era cuestión de opción. Durante milenios, los humanos tuvieron que moverse para encontrar comida y, una vez alimentados, descansaban para conservar energía, porque no sabían cuándo volverían a comer.
Dicho esto, nuestro estilo de vida en el siglo XXI hace que pasemos demasiado tiempo sentados y descansando. Con la tecnología, los automóviles, y otros dispositivos que ahorran trabajo, el movimiento ya no es necesario para sobrevivir.
Sin embargo, estar físicamente inactivos es terrible para nuestra salud. Un metanálisis publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet encontró que la inactividad física está asociada a un aumento de las probabilidades de sufrir cáncer y otras patologías.
En Australia se recomienda que los adultos (entre 18 y 65 años) hagan al menos 150 minutos (aunque es preferible 300) de actividad física de intensidad moderada a la semana. Ejercicios de intensidad moderada incluyen una caminata a paso ligero, pedaleo ligero en bicicleta o cortar el césped.
En caso de que quieras hacer actividad física vigorosa, solo necesitarás la mitad de eso (75-150 minutos a la semana). La actividad vigorosa es cualquier cosa lo suficientemente intensa como para que tengas dificultad para mantener una conversación: trotar o correr mientras practicas un deporte como fútbol o el tenis.
Se recomiendan varios tipos de actividad, ya que las diferentes actividades físicas implican diferentes beneficios. Ejercicios de fortalecimiento muscular, como levantar pesas o hacer flexiones, se deberían hacer dos veces a la semana, para mantener los músculos y huesos fuertes.
Si todo eso empieza a sonar muy complicado, ten la seguridad de que CUALQUIER ejercicio es bueno. No tienes que cumplir con ninguna meta de actividad física para beneficiarte de esta.
Según los fisiólogos, hay dos tipos principales de motivación: extrínseca e intrínseca. Esta última viene de adentro: el hacer algo por la recompensa o desafío personal que significa. La motivación extrínseca viene de factores externos, como tratar de ganar una recompensa o evitar un castigo.
Puedes aumentar tu motivación intrínseca identificando por qué el ejercicio es importante para ti.
Motivadores extrínsecos también pueden ayudarte a empezar a hacer ejercicio.
2.Coordina una cita con alguien para hacer ejercicio juntos: tendrás más probabilidad de cumplir, pues no vas a querer quedar mal con esa personas. Además, las investigaciones señalan que las personas se ejercitan más cuando lo hace con miembros de la familia o amistades que cuando lo hacen a solas.
4.Consigue un monitor de actividad: estos tienen una serie de herramientas diseñadas para promover la motivación, como dar avisos, medir logros y fijar metas. Hay una plétora de estudios que sugieren que los monitores de actividad aumentan la actividad física.
5.Haz ejercicio a la misma hora del día: para que se vuelva un hábito. Las investigaciones indican que el ejercicio en la mañana logra establecer un hábito más rápido que el ejercicio en la noche.
7.Empieza lentamente: termina con deseos de hacer más, en lugar de sobrepasarte. Eso reduce, además, las probabilidades de sentir dolores musculares o sufrir lesiones.
9.Saca a tu perro a una larga caminata: las personas que caminan con sus perros lo hacen por más tiempo que las que no, y dicen sentirse más seguras y más conectadas socialmente en sus vecindarios.
10.Haz un compromiso financiero: la teoría de comportamiento económico reconoce que los humanos están motivados por la aversión a la perdida. Algunos sitios web comerciales han empleado esto en aras de la salud haciendo que las personas entren en un «compromiso contractual» en el que pagan un depósito que pierden si la promesa de comportamiento saludable no se cumple. Esta estrategia se ha comprobado que mejora la actividad física, la adherencia a medicamentos y la pérdida de peso.
Debes tener paciencia y tener en mente que las metas son a largo plazo: lleva unos tres o cuatro meses formar un hábito de ejercicio. Después de eso, los motivadores intrínsecos se encargarán de mantener tu rutina en marcha. Y, ¿quién sabe?, tal vez terminarás siendo una de esas personas adictas al ejercicio, inspirando a tus amigos y familia a que también lo practiquen.
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